"Muchas cosas le enseñó la boca encarnada de la cortesana. Mucho le enseñó su mano tierna y delicada. Siddhartha aún era un chiquillo en cuestiones de amor y tendía a precipitarse ciegamente en el placer como en un abismo sin fondo. Pero Kamala le enseñó que no se puede recibir placer sin devolverlo, y que cada gesto, cada caricia, cada contacto, cada mirada y cada parte del cuerpo, por pequeña que sea, tienen su propio misterio, cuyo desciframiento produce felicidad al que lo descubre. Le enseñó asimismo que, tras la celebración de un ritual amoroso, los amantes no debieran separarse sin antes haberse admirado mutuamente, sin sentirse al mismo tiempo vencedores y vencidos, de suerte que en ninguno de ambos surja una sensación de hastío o abandono, ni la desagradable impresión de haber abusado o haber sido víctima de un abuso. Horas maravillosas pasó Siddhartha con la hermosa y hábil cortesana, convirtiéndose a la vez en su discípulo, en su amante y en su amigo..."
Herman Hesse, Sidharta
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